Había un juez que le gustaba mucho el pescado. Por lo tanto, toda
la gente del pueblo, le llevaba pescados de regalo. Sin embargo el juez no los
aceptaba. Al ver esto, su esposa lo censuró diciéndole: “Si tanto te gusta el
pescado, ¿Por qué no aceptas el pescado que te regalan?”. El juez le contesto:
“Precisamente porque me gusta el pescado es que no acepto el pescado que me
regalan. Si acepto el pescado asumo un compromiso y quedo en deuda con ellos. Y
es capaz que alguna vez deba infringir la ley por esa deuda. Y si infrinjo la
ley, seré destituido como juez, y una vez destituido de mi cargo, no podré
proveerme de pescado. Si, por el contrario, no acepto el pescado de ellos, y no
me destituyen de mi cargo, siempre poder abastecerme del pescado que quiera.”