Los altos niveles de desempeño de una organización, se encuentran
estrechamente ligados con la adecuada dirección y liderazgo que maneja quien se
encuentra al frente de la misma. Se presume que el liderazgo adquiere mayor
importancia en situaciones de crisis, pero las dificultades no crean líderes;
solo muestran la clase líderes que tenemos. Seis de cada diez empleados creen que sus organizaciones no están
bien administradas y consideran que en la actualidad existe “crisis de
liderazgo”. Un mal jefe repercute en empleados insatisfechos, tanto en el
trabajo como en su vida personal; esto repercute en menos compromiso con la
organización y más conflictos en el trabajo y la familia, por lo que aparece la
frustración, estrés y renuncias masivas. El liderazgo es liderazgo, no importa
adonde vaya ni lo que haga. Los tiempos cambian. La tecnología avanza. Las
culturas varían de un lugar a otro. Pero los verdaderos principios del
liderazgo son constantes —aunque esté observando a los ciudadanos de la antigua
Grecia, los hebreos del Antiguo Testamento, los ejércitos de los últimos
doscientos años, los gobernantes de la Europa moderna, los obispos de las
iglesias locales, o la gente de negocios de la economía mundial de hoy. Los principios
del liderazgo pasan la prueba del tiempo. Son irrefutables. En esta época
crítica de liderazgo es importante volver a retomar estos principios,
universales y atemporales, los cuales son herramientas, listas para ser tomadas
y usadas a los efectos de alcanzar sueños y sumar valor a otras personas.