Dos viejos amigos conversan mientras observan a varias parejas
sentadas en el césped. - Entonces, ¿Nunca pensaste en casarte? – preguntó el
primero. - Lo pensé, pero nunca llegué a casarme – respondió el segundo -.
Cuando era joven me decidí a buscar a la mujer perfecta. Fui a las costas y encontré a la mujer más bella que jamás había
visto, pero no conocía de las cosas materiales de la vida ni era muy
espiritual. Cuando fui a lo más alto de la montaña, conocí a una mujer muy
bonita y con un intenso interés por lo espiritual,
pero no le daba importancia a las cosas materiales. Seguí andando y llegué a
una ciudad, donde tropecé con una mujer muy linda y rica, pero no se preocupaba
del aspecto espiritual. Al llegar a las praderas tuve la oportunidad de cenar
en la casa de una joven bonita, religiosa y conocedora de la realidad material
¡Era la mujer perfecta! - ¿Y por qué no te casaste con ella? – Le preguntó el
amigo. - ¡Ah, querido amigo mío! Lamentablemente ella también quería un hombre
perfecto.