Un grupo de generales japoneses se entretenían antes de una gran
batalla, con una competencia de aromas de incienso. Cada competidor donó un
premio a los ganadores: flechas, arcos, monturas y otros elementos que un
guerrero pudiera desear. El gran samurái Masamune pasó por allí y fue invitado
a participar. Como premio, ofreció el calabacín que colgaba de su cinturón;
todos se echaron a reír, porque nadie quería ganar semejante baratija. Al fin
uno de los sirvientes acepto la calabaza. Cuando el grupo se dispersó y los
generales se quedaron conversando delante de la carpa, Masamune tomo su
magnífico caballo y se lo dio al sirviente. “Aquí tienes –le dijo-. De la
calabaza salió un caballo”. Los atónitos generales quedaron boquiabiertos…