Cuando la Navidad llega, los recuerdos cálidos de las navidades
pasadas nos envuelven… porque una Navidad nunca se olvida. Bendita la época que
nos hace recordar las ilusiones de nuestra infancia, que le recuerda al abuelo
las alegrías de su juventud y transporta al viajero al calor de su dulce hogar.
La Navidad es la ternura del pasado, el valor del presente y la esperanza del
futuro. La Navidad no se trata de abrir regalos, se trata de abrir el corazón. La
Navidad es el calor que vuelve el corazón de las personas y la generosidad de
compartirla con otros. “Bendito es el tiempo, decía Hamilton Wright, en que
todo el mundo se dedica a una conspiración de amor. La Navidad es quizá la
única época en el año en que el hombre puede obedecer a sus impulsos naturales
y expresar sus verdaderos sentimientos sin sentirse cohibido, y tal vez, tonto.
¡Ser el mismo! La mejor receta navideña es juntar varias medidas de ilusión,
una pizca de amistad y un gesto de ternura. Hornea la mezcla con un ánimo
paciente y envuélvela con risas, luces y canciones. Y finalmente, ofrécelas con
el corazón. Los corazones mansos entienden la Navidad más allá de las palabras y
salen a buscar el reencuentro, la esperanza, la fraternidad, el perdón y el
amor que parece inalcanzable. El mejor regalo que me pueden hacer esta Navidad
ya lo tengo… ¡Eres tú! Y yo te quería mandar algo súper especial pero tengo un
problema… ¿Cómo envolver un abrazo y un besote? ¡FELIZ NAVIDAD!