Génesis 1:27 dice que Dios los creó “varón y hembra”. Nuestra
hombría o femineidad no fue accidental; nos ha sido dada por Dios como un
regalo. Nosotros habitamos nuestros cuerpos creados por Dios como templos del
Espíritu Santo (1 Corintios 6:19). Nuestra sexualidad es “complementaria”, hombre
y mujer son un “tipo de carne” (1 Corintios 15:39) ¡Pero no somos lo mismo! Hombres
y mujeres somos diferentes anatómicamente. Adán llamó a su esposa “varona”
porque era distinta a él, un hombre (Génesis 2:23). Sólo un hombre puede
proveer la materia prima para la procreación; sólo una mujer puede tener hijos
y criarlos. También somos diferentes emocionalmente y se observa en el llamado (1
Pedro 3:7; Colosenses 3:19) a que hombres piadosos traten a sus esposas como
“vaso frágil”. Éstos y otros patrones constituyen los distintivos de nuestra
hombría o femineidad. Debemos retomar nuestro compromiso de entrenar a nuestros
hijos que las diferencias corporales entre un hombre y una mujer, son algo real
y diseñadas por Dios. Ellos deben comprender que ser un niño o una niña es un
asunto concerniente a la gloria de Dios. Muchos padres descubrirán que sus
hijos de manera natural disfrutan de ser un niño o una niña, un futuro hombre o
una futura mujer. Debemos constantemente recordar a nuestros hijos que fue Dios
quien los hizo tal como son. Debemos fomentar en ellos que asuman y se apropien
de la hombría o femineidad según corresponda.