Una mujer y su hija fueron a hacer compras de Navidad juntas. La
aglomeración era tremenda. La mujer tuvo que pasar por alto el almuerzo porque
estaba apretada de tiempo. Estaba cansada y con hambre, y sus pies le dolían
terriblemente. Estaba sumamente irritable. Cuando salieron de la última tienda,
preguntó a su hija: « ¿Viste la terrible mirada que me dio el vendedor?» La
hija le respondió: «No te la dio a ti, mamá. Tú la tenías cuando entraste».