Hay historias de amor que se escriben en libros… Las mejores se
escriben en ese extraño “chip” llamado piel. Su piel tiene tanta fuerza, que en
la distancia toca mi memoria. No la amo por el sabor de su piel, sino por el
hambre de mi alma. ¿Una palabra para explicarle a las yemas de mis dedos, lo
que siente mi cerebro… al acariciar su piel? Placer… El perfume de su piel se asemeja al aroma de mi jardín. Besar su piel es algo hermoso donde mi mente
deja fluir pensamientos que solo ella puede recibir ¡Porque la piel es de quien
la eriza y el alma de quien lo toca! Respiro a través de su piel. A su lado no
necesito oxígeno. Solo quiero permanecer pegada a ella por tiempo indefinido.
Cada vez más cerca de su piel, rebeldía profunda adentro. Se ha apoderado de mí
y parece que no puedo nada a la superficie de mi ser. Estoy bajo su control
preguntándome como hemos llegado hasta aquí. Su mirada en mi piel acelera mis
latidos y sus besos me hacen sentir un hombre nuevo. Si caigo me levanto, a
menos que caiga en su piel; de ahí no quiero levantarme nunca… jamás. Sacia mis ganas y alimenta mi
apetito. Disfruto cada gota de ella y deja su labial en mi piel. No hacen falta
palabras cuando habla la piel, besos que saben a todas las ganas que nos
tenemos. Mi vida se abrevia a la superficie de su piel, mi muerte se reduce a
lo tibio de sus labios. No hay otra piel por la que yo quiera vivir, no hay
otros labios por los que yo esté dispuesto a morir.