Decía Ingmar Bergman que “Envejecer es como escalar una gran
montaña: mientras se sube las fuerzas disminuyen, pero la mirada es más libre,
la vista más amplia y serena”. Eso quiere decir que yo no estoy envejeciendo
¡Solo me estoy transformando en un clásico! Saber envejecer es la obra maestra
de la cordura y una de las partes más difíciles del gran arte de vivir. Un hombre no envejece cuando se le arruga la
piel, sino cuando se le arrugan los sueños y las esperanzas. Michael de
Montaigne decía que “La vejez pone más arrugas en el espíritu que en la cara”. “Cuando
me dicen que soy demasiado viejo para hacer una cosa, decía Picasso, procuro
hacerla enseguida”. ¡La vejez empieza cuando se pierde la curiosidad! “Procura
instruirte mientras vivas; decía Solón, no creas que la vejez trae consigo la
razón”. El secreto de la genialidad es el de conservar el espíritu del niño
hasta la vejez, lo cual quiere decir nunca perder el entusiasmo. “Al educar a
un niño, decía Joseph Joubert, se debe pensar en su vejez”. ¿Sabías que la
vejez no es una enfermedad? Es la fuerza y la supervivencia, el triunfo sobre
toda clase de vicisitudes y decepciones, pruebas y enfermedades. Si el paso de
los años es inevitable ¡Envejecer es opcional! Hoy me desperté y cuando levante
los brazos, moví las rodillas y giré el cuello. Todo me hizo… crac, crac, crac…
Entonces llegue a una conclusión: “No estoy viejo, estoy crujiente”. No te
lamentes por envejecer, es un privilegio negado a muchos…