En un restaurante
una comensal llama al camarero: – ¿Qué desea, señora? – Quiero que pruebe la
sopa. El camarero, sorprendido, reaccionó rápidamente con amabilidad,
preguntando a la señora si la sopa no estaba rica o no le gustaba. – No es eso,
quiero que pruebe la sopa. El camarero se disculpa: – Quizás esté fría señora.
No se preocupe, la cambiaré sin ningún problema… – La sopa no está fría.
¿Podría probarla, por favor? El camarero, desconcertado sabía que no era bien
visto el probar la comida de los clientes, pero la mujer insistía. – Señora, dígame qué ocurre. Si la sopa no
está mala y no está fría, dígame qué pasa y lo resuelvo de inmediato. – Por
favor, discúlpeme pero he de insistir en que si quiere saber qué le pasa a la
sopa, sólo tiene que probarla. Finalmente, ante la petición tan rotunda de la
señora, el camarero accedió a probar la sopa. Al ir a coger una cuchara, echó
la vista a un lado y otro de la mesa, pero… no había cucharas. Antes de que
pudiera reaccionar, la mujer sentenció: – ¿Lo ve? Falta la cuchara. Eso es lo
que le pasa a la sopa, que no me la puedo comer!