lunes, 1 de mayo de 2017

Al grano y sin rodeos


En un restaurante una comensal llama al camarero: – ¿Qué desea, señora? – Quiero que pruebe la sopa. El camarero, sorprendido, reaccionó rápidamente con amabilidad, preguntando a la señora si la sopa no estaba rica o no le gustaba. – No es eso, quiero que pruebe la sopa. El camarero se disculpa: – Quizás esté fría señora. No se preocupe, la cambiaré sin ningún problema… – La sopa no está fría. ¿Podría probarla, por favor? El camarero, desconcertado sabía que no era bien visto el probar la comida de los clientes, pero la mujer insistía.  – Señora, dígame qué ocurre. Si la sopa no está mala y no está fría, dígame qué pasa y lo resuelvo de inmediato. – Por favor, discúlpeme pero he de insistir en que si quiere saber qué le pasa a la sopa, sólo tiene que probarla. Finalmente, ante la petición tan rotunda de la señora, el camarero accedió a probar la sopa. Al ir a coger una cuchara, echó la vista a un lado y otro de la mesa, pero… no había cucharas. Antes de que pudiera reaccionar, la mujer sentenció: – ¿Lo ve? Falta la cuchara. Eso es lo que le pasa a la sopa, que no me la puedo comer!