En tiempos antiguos, en el reino de Chu, había un hombre que vendía
lanzas y escudos. Él presumía frente a sus clientes: "¡Mis lanzas son el
arma más afilada del mundo, son capaces de penetrar cualquier escudo!". Un
rato después el mismo vendedor gritaba: "¡Mis escudos son los más
resistentes del mundo, nada puede atravesarlos!". Un día un joven que por
allí pasaba le preguntó: ¿Qué ocurriría si lanzamos una de tus lanzas sobre uno
de tus escudos? El vendedor no supo que contestar…