Para educar a los niños se hace necesaria la disciplina. Los
pequeños necesitan saber lo que pueden y no pueden hacer. La disciplina les
ayuda a aprender las formas adecuadas de comportarse y actuar. En los primeros
años, la existencia de disciplina y normas les aportará seguridad, ya que
tendrán una guía para saber cómo actuar. Tradicionalmente en la educación de
los niños se ha empleado la disciplina punitiva, basada en el castigo, la cual
provoca efectos negativos (resentimiento, venganza, rebelión y reducción de la
autoestima). En contraposición a ésta se ofrece la disciplina positiva, basada
en el respeto y tiene como objetivo favorecer la maduración de los niños y
niñas, para que sean adultos responsables, autónomos y felices. El objetivo de
la disciplina positiva es que los niños y niñas entiendan y compartan el
sentido de las normas. Que sean responsables para entender que sus actos tienen
consecuencias y que actúen con libertad en función de estos conocimientos. A
través de la disciplina punitiva, el pequeño actuara guiado por el miedo en
lugar de llegar a la comprensión del porqué debe actuar así. Si no llegamos a
que el niño o niña comprenda, cuando se elimine el factor que teme, actuará
según le plazca, porque no entenderá que es el responsable de sus actos, no
entenderá las normas y no sabrá analizar y valorar las consecuencias.
Incorporar la educación positiva en las instituciones educativas aumenta la
satisfacción en la vida y una ayuda para
la mejora del aprendizaje y de un pensamiento más creativo. Es bien sabido por
todos que un alumno que crece sintiéndose feliz y querido aprende más y mejor.
