Muchas organizaciones en general y los propios gerentes y jefes
confunden ser líder con ser caudillo. Dice Carlos Alberto Montaner que “A los caudillos se les obedece
incondicionalmente porque Dios te libre de no hacerlo. Su gesticulación es la
de una persona siempre colérica a punto de propinarte una bofetada o de
ordenarles a los guardaespaldas que te den una paliza. Pone cara de malo, eleva
el mentón, cierra los ojitos y saca el pecho porque le gusta intimidar. Su
castigo comienza con los gestos.” Un líder es una persona a la que un grupo
sigue, reconociéndolo como orientador, por que predica con el ejemplo, porque
es admirado, respetado y cuidado por los miembros del equipo. Se ha ganado a
pulso el puesto y el grupo lo reconoce. Es una persona que se preocupa de
formar uno o más sucesores. Cuando un equipo no logra los objetivos propuestos
o no se pone de acuerdo y al final no entrega los resultados esperados, siempre
existe el recurso de tratar de evadir responsabilidades diciendo la frase: “ES
QUE HABÍA DEMASIADOS LÍDERES EN EL EQUIPO”. ¡No hay nada más alejado de la
verdad! Cuando un grupo no llega a los objetivos porque cada quien quiere que
se haga su santa y real voluntad, no se está en un grupo "lleno de
líderes", se está en un grupo "lleno de caudillos" que chocan
sus egos sin llevarlos a ningún lado! Crisis económicas, fraudes corporativos y
guerras entre países nos hablan de caudillos; ha llegado el momento de
reemplazarlos. Y en sus organizaciones, ¿que tenemos?, ¿líderes o caudillos?.
Un proverbio chino dice: “Cuando de cada
ocho marineros siete son timoneles, el navío termina yéndose a pique”.
