¡Desde que nacemos negociamos constantemente! Un bebé que desea
ser alimentado llora y llora para negociar la tranquilidad de los padres a
cambio de su comida. A partir de ahí toda nuestra vida la pasamos negociando
desde el amanecer, cuando nos dirigimos al trabajo, cuando lidiamos con los
jefes, compañeros, clientes, y hasta cuando volvemos a casa y nuestra pareja o
hijos desean ver una película con nosotros o realizar una salida a la playa. La
negociación es una herramienta importante para lograr lo que queremos de otras
personas, sobre todo cuando no se tienen intereses en común! Nuestra sociedad está enferma, porque la mayoría de los conflictos
se resuelven en base al poder y al derecho. Muy pocas veces negociamos una salida
basada en satisfacer los intereses de “todas” las partes de modo que “todos”
salgan ganando (principio ganar-ganar). Esto último sólo puede darse cuando las
partes colaboran y dejan de verse como adversarios. Generalmente a nadie le gusta vivir en conflicto, a menos que sea
su temperamento natural, sin embargo en una sociedad donde el sistema de
administración de justicia se encuentra abarrotado y las disputas no cesan, es
necesario voltear la mirada hacia el dialogo y la negociación entre las partes
con o sin la presencia de un mediador o conciliador. Tomando como base que las
disputas constantemente están presentes en nuestras vidas y que estas afectan en
mayor o menor grado la productividad de las personas es urgente que una de las
partes cambie de actitud y ponga de su parte para empezar a resolver el
problema.