Un presentador de televisión, como modelo de matrimonio feliz,
presentó el caso insólito de una pareja que nunca había discutido y, micrófono
en mano, lleno de curiosidad, se dispuso a desentrañar las claves de tan
fenomenal avenencia. - Señor, dígame -preguntó el locutor-, ¿es verdad que
ustedes no han discutido nunca en 25 años de casados? - Jamás -contestó el
caballero esbozando una sonrisa. - ¿Y usted, señora, nunca ha reprochado nada a
su esposo? - No, no, yo... casi nunca -respondió la dama. - ¿Y podría dar a los
telespectadores las claves de tan fantástico entendimiento? -preguntó el
presentador a la mujer. - Verá usted -replicó la señora-, cuando nos casamos mi
marido tenía una yegua pura sangre que apreciaba muchísimo. Era la criatura que
él más quería en la vida. El día de nuestra boda fuimos de luna de miel en
nuestra carreta tirada por la yegua. Después de viajar un cuarto de hora
aproximadamente, la yegua tropezó y la carreta hizo un movimiento violento. Mi
marido le dijo a la yegua con voz firme: "¡Una!". Más adelante la
yegua volvió a tropezar con el consiguiente vaivén de la carreta. Mi marido la
miró de nuevo y dijo: "¡Dos!". Al tercer tropezón, no dijo nada.
Inmediatamente sacó un revólver y le pegó a la yegua cinco tiros en la cabeza.
Entonces, muy sorprendida, le dije: "¡Eres un hijo de $%&*! ¡Pero qué
te ha hecho ese pobre animal! ¿Por qué la has matado?". En el plató
televisivo se hizo un silencio sepulcral al oír el final de la historia de la
yegua. - Bueno -añadió la mujer-, mi marido entonces me miró de reojo y, antes
de que hubiera guardado el revolver aún humeante, con voz firme me dijo
solamente: "¡Una!".