martes, 2 de mayo de 2017

No desvalorice lo que no puede alcanzar


Era una tarde muy soleada y calurosa. Una zorra, que había estado cazando todo el día, estaba muy sedienta. “Cómo me gustaría encontrar agua”, pensó la zorra. En ese momento vio un racimo de uvas grandes y jugosas colgando muy alto de una parra. Las uvas parecían maduras y llenas de zumo. El racimo colgaba de una rama muy alta, y el zorro saltaba y saltaba pero no la alcanzaba. Luego decidió retroceder, y que el impulso le sirviera en su objetivo, pero no tuvo sentido, la rama era inalcanzable y el zorro empezaba a agotarse. Una y otra vez lo intentó pero sus esfuerzos no sirvieron. Las uvas parecían estar casi en el cielo. Después de un rato se detuvo y observo las uvas con disgusto: -“¡Qué tonta soy!” dijo la zorra con rabia. “Las uvas están verdes y no se pueden comer. De todas maneras, ¿para qué las querría? Y así se marchó la zorra mirándolas con mucho, mucho desprecio.