Una lechera caminaba canturreando alegremente rumbo al mercado,
portando un cántaro de leche, iba feliz, pues en su imaginación veía muchas
cosas hermosas en el futuro. - Como la leche que llevo es de buena calidad - se
dijo: Me pagaran buen precio por ella. De inmediato compraré un canasto de
huevos. Los incubaré y sacare 100 pollitos, que me rodearan en el establo.
-Venderé los 100 pollitos- siguió pensando - y luego compraré 1 robusto
lechoncito que cuidaré con esmero y cuando este grande y gordito, lo venderé
por buena suma. Luego compraré 1 vaca con 1 ternerito que correteará travieso
por el campo, desde el monte a la cabaña. En eso la lechera brincó de alegría
entusiasmada por estos pensamientos y por desgracia resbaló. Soltando al
instante el cántaro y este ¡pum! se hizo trizas en el pavimento. ¡Pobre
lechera! ... Adiós leche, dinero, huevos, los 100 pollitos, el lechón, vaca y
el ternerito! En eso la infortunada lechera miraba desolada como la tierra
absorbía sus ilusiones. Como decía Samaniego: “No anheles impaciente el bien
futuro; mira que ni el presente está seguro”.