Charles Plumb, era piloto en la guerra de Vietnam. Su avión fue
derribado y Plumb se lanzó en paracaídas. Fue capturado y pasó seis años en
prisión. A su regreso a Estados Unidos, daba conferencias relatando su odisea y
sus experiencias en el lugar de detención. Un día se le acercó un hombre y lo
saludó: -Hola, usted es Charles Plumb, ex piloto en Vietnam y fue derribado por
el enemigo, ¿verdad? -Y usted, ¿cómo sabe eso?", le preguntó Plumb. -Porque
yo doblaba y empacaba los paracaídas de su división, y parece que el suyo
funcionó bien! Plumb emocionado y con mucha
gratitud le respondió: -Claro que funcionó, si no hubiera funcionado,
hoy yo no estaría aquí. Aquella noche, Plumb no podía conciliar el sueño, se
preguntaba cuántas veces había visto en el portaviones a aquel hombre y nunca
había dirigido un saludo al humilde y servicial marinero que al enrollar los
hilos de seda de cada paracaídas, tenía en sus manos la vida de personas que
quizás no conocía. Uno necesita muchos paracaídas en el día: físicos, emocionales, espirituales,
etc. Los constantes desafíos que la vida nos trae, nos hace perder de vista a las
personas que nos salvan en el momento oportuno sin que se los pidamos. Trata de
darte cuenta quien prepara tu paracaídas, y agradécelo. Por mi parte quiero
darte las “Gracias por todos los favores que sin merecerlos he recibido de ti y que nunca te los he agradecido”.