Ella es como la noche. Te rodea, te envuelve, te ahoga sin
ofenderte, sin siquiera tocarte. Su cuerpo es el infierno en donde quiero
arder. Mí comida favorita… sus labios. Su sensualidad no está en su beso
apasionado ni en su caricia intima, ni en su susurro a mi oído. La sensualidad
ha nacido segundos antes con su silencio y su mirada. ¡Tiene esa habilidad de
alterar mi corazón, sin siquiera tocarme! No necesita demostrar su sensualidad,
pero tampoco se preocupa por ocultar que la posee. Es peligrosa cuando seduce
con su cuerpo, pero es letal cuando lo hace con su mente. Lo supe desde el día
en que me miro por primera vez… Endulzó mi oído, arranco mis vendas y conoció
mis demonios. Ya no estamos en edad de dejarnos con las ganas y ya va siendo
hora de arruguemos las sabanas. Tú pones el cuerpo y yo las caricias. Tú pones
los besos y yo la magia… Tú pones el corazón y yo mi alma. Deseo tanto que
llegue ese momento en el que no sabemos dónde empiezo yo y donde acabas tú. Poéticamente
hablando… quiero que mi cuerpo y el tuyo rimen. Ven, yo invito, juntos pagamos
las consecuencias. Quiero tomarte como tomo el café: En ayunas, hirviendo y a
solas. De lo dulce no te preocupes que para eso son los besos y cuando estés en
mis brazos no me pidas que me porte bien, porque puedes perderte lo mejor de mí…