miércoles, 10 de mayo de 2017

Solo o en soledad


La Soledad se siente, nadie la ve y solo se experimenta en el interior de uno. Estar solo es una conducta, es una elección que no duele. Caemos en el error de confundir estar en Soledad con estar solo. De estar solo se entra y se sale cuando uno lo desea o necesita. La Soledad es más compleja, más profunda, más dolorosa, más triste, más aterradora. Los seres humanos hemos sido diseñados de tal manera que tenemos una necesidad innata o interior para conocer a los demás y al mismo tiempo ser conocidos. Por naturaleza, somos criaturas sociales, y si bien, uno puede llegar a negarse a esta demanda en determinadas ocasiones, no puede vivir sin un contacto significativo con otras personas. Incluso cuando una persona viene al mundo, es a través de una comunión sexual de dos personas, por lo que un humano solitario es contrario a la forma en que los seres humanos estamos diseñados, por eso, el poeta inglés John Donne dice: “Ningún hombre es una isla, completo en sí mismo. Todo hombre es un pedazo del continente, una parte de la totalidad”. Pero también debemos entender que la Soledad es una condición humana completamente normal en la que uno se da cuenta de sí mismo como persona que es independiente de todas las otras personas en el mundo. Es justamente esta conciencia lo que nos motiva a llegar a los demás para ayudar, servir o amar. Vivamos solos o acompañados es imprescindible permitirse y  permitir espacios de Soledad. En ese silencio, en esa introspección es donde descubriremos y ampliaremos nuestra vida interior, nuestra riqueza subjetiva. Nos favorece tener vida propia y no vivir la vida del “otro". Si a la soledad la pensamos así, estaremos siempre acompañados por amigos, compañeros, actividades, etc. Estaremos bien, a solas con nosotros mismos, y sin que ello signifique aislarse del mundo. Así, podremos recorrer el camino que va de la soledad padecida a la soledad elegida.