Hay quienes perdieron a un ser querido, pero ganaron en temple de
espíritu para poder aceptarlo, en sabiduría para entender que la vida está para
disfrutarla, que es corta y que tenemos que trabajar mucho en nosotros mismos
para crecer y evolucionar como personas, que no importa los años que se vivan,
siempre hay que estar atentos a seguir aprendiendo de todo lo que nos parece
“negativo”. Que detrás de eso siempre hay una experiencia que rescatar, algo
que nos indica que podemos ser víctimas de eso “negativo”, o triunfadores con
lo que hemos aprendido al vivir esa situación. Y que no siempre lo que nos
parece “positivo” nos deja un sabor dulce, porque puede ser que nos falte
experiencia para distinguir si ese momento es solo un espejismo y lo tenemos
que dejar pasar, o que realmente lo debemos cuidar para sostenerlo. ¿Quién no
perdió un empleo, una oportunidad, un año de estudio? Pero ganó en sabiduría
para darse cuenta que hay que aprovechar las oportunidades porque éstas pueden
tardar mucho tiempo en aparecer. Que un año perdido se puede recuperar, siempre
y cuando hayamos aprendido a no perder otro haciendo las mismas cosas. ¿Cuántas
discusiones innecesarias donde el ego prevalece muriendo el sentido común, no
siendo capaces de ponernos en el zapato del otro, y así, con esa actitud, nos
alejamos de nosotros mismos y de los demás? Todo se puede revertir, sólo hay
que mirar hacia nuestro interior buscando lo mejor. Cuántas veces nos enojamos
con lo mismo, creyendo no poder hacer nada para cambiar esa situación, es que
el cambio viene de nosotros. Si reaccionamos siempre de la misma manera el
resultado va a ser siempre el mismo, cambiemos nuestra forma de enfrentar eso
que no podemos solucionar, y esa situación cambiará junto con nosotros. ¡No es
darse por vencido! Es cambiar la estrategia frente a una situación difícil, con
la mente fría, convencidos que desde la armonía de pensamiento se puede ver la
vida desde la copa de un árbol, con amplitud de espíritu y humildad de corazón.