El incremento en el interés y la atención personal de Dios llega a
su clímax en la creación del ser humano (Génesis 2: 7). Es hermoso saber que somos
reflexiones del carácter de Dios porque podemos reflejar amor, paciencia,
perdón, bondad, fidelidad, etc. “Hagamos” (Génesis 1: 26), representa un acto
directo de Dios en el cual Dios utiliza sus manos y no únicamente su palabra
“Dijo Dios”. Tomó tierra húmeda y con cuidado formó un vaso para la vida
espiritual y física y lo vitalizó con su aliento. Lo llamó Adán “hombre” o “ser
humano” y lo colocó en el huerto para que lo labrara y lo cuidara (Génesis 2:
15). Inmediatamente le dijo “Señoree”: un control y dominio de todas las
criaturas (Génesis 1: 26 – 28) a través del conocimiento y el estudio (Génesis
2: 19 -20). También le dijo “Sojuzgar”:
Hacer que la tierra y todos sus recursos y elementos estuvieran bajo el control
del hombre. Es una lástima como el hombre ha fallado al plan original de Dios
al usar indiscriminadamente y contaminar la Creación que debe cuidar. Génesis
2: 18 menciona que había algo en la creación que no estaba bien. E inmediatamente
Dios creó una “Ayuda idónea” para el hombre. Una “Ayuda” que indica que Adán no era capaz de alcanzar por sí solo
todo lo que estaba llamado a ser y a hacer. “Idónea” porque era el complemento
necesario para el trabajo diario, la procreación, el apoyo y compañía mutuos.
La costilla fue probablemente seleccionada como parte simbólica de lo más
íntimo de la anatomía de Adán (Génesis 2: 20 – 23). La mujer no fue sacada de
los pies del hombre como para considerarla inferior a Él. Tampoco fue sacada de
la cabeza del hombre como para este no se considere inferior a ella. Fue sacada
la mujer, de muy cerca del corazón del hombre, una compañera bajo su
protección.