Tres árboles hablaban acerca de sus sueños. El primero dijo: Algún
día seré cofre de tesoros. Estaré lleno de oros, plata y piedras preciosas
¡Todos verán mi belleza! El segundo dijo: Algún día seré una poderosa
embarcación. Llevaré a los más grandes reyes y reinas a través de los océanos,
e iré a todos los rincones del mundo. Finalmente, el tercer árbol dijo: Yo
quiero crecer para ser el más grande de todos los árboles en el bosque y que la
gente siempre me recuerde. Después de unos años, un grupo de leñadores cortaron
los árboles. Cuando el primer árbol llegó donde el carpintero, fue convertido
en un cajón de comida para animales y se sintió muy mal, pues eso no era lo que
había soñado. El segundo árbol fue cortado y convertido en una pequeña balsa de
pesca, ni siquiera lo suficientemente grande para navegar en el mar, y fue puesto
en un lago. Y vio cómo su sueño de ser una gran embarcación había llegado a su
final. El tercer árbol fue cortado en largas y pesadas tablas y dejado en la oscuridad
de una bodega. Años más tarde, un día un hombre y una mujer llegaron a un
pesebre. Ella dio a luz un niño, y lo colocó en la paja que había dentro del
cajón en que fue transformado el primer árbol. El árbol sintió la importancia
de este acontecimiento y supo que había contenido el más gran tesoro de la
historia. Años más tarde, un Hombre entró en la balsa en la cual habían
convertido al segundo árbol y predicó a multitudes. En ese momento el segundo
árbol se dio cuenta de que había llevado al Rey de Reyes y Señor de Señores. Finalmente,
un tiempo después alguien vino y tomó al tercer árbol convertido en tablas. Fue
cargado por las calles al mismo tiempo que la gente escupía, insultaba y
golpeaba al Hombre que lo cargaba. Se detuvieron en una pequeña colina y el
Hombre fue clavado al árbol y levantado para morir en la cima de la colina ¡Jesús
había sido crucificado en él! Cuando parece que las cosas no van de acuerdo con
tus planes, debes saber Dios siempre tiene un mejor plan.