sábado, 26 de agosto de 2017

Caleidoscopio


Existía un hombre que, a causa de una guerra, había perdido la vista. Este hombre, para poder subsistir desarrolló una gran habilidad y destreza con sus manos, lo que le permitió destacarse como un estupendo artesano, sin embargo, su trabajo no le permitía más que asegurarse el mínimo sustento. Cierta Navidad quiso obsequiarle algo a su hijo de cinco años, quien nunca había conocido más juguetes que los trastos del taller de su padre con los que fantaseaba reinos y aventuras. Su papá tuvo entonces la idea de fabricarle, con sus propias manos, un hermoso caleidoscopio. Por las noches fue recolectando piedras de diversos tipos que trituraba en decenas de partes, pedazos de espejos, vidrios, metales… Al cabo de la cena de Nochebuena pudo finalmente imaginar a partir de la voz del pequeño, la sonrisa de su hijo al recibir el regalo. El niño no cabía en sí de la dicha y la emoción que aquella increíble Navidad le había traído de las manos rugosas de su padre ciego. Durante los días y las noches siguientes el niño fue a todo sitio portando el preciado regalo, y con el regresó a sus clases en la escuela del pueblo. En el receso entre clase y clase, el niño exhibió y compartió lleno de orgullo su juguete con sus compañeros que se mostraban fascinados con aquella maravilla. Uno de ellos se acercó al hijo del artesano y le preguntó con mucha intriga: "Oye, ¿Dónde te lo compraron? No he visto jamás nada igual en el pueblo..." Y el niño le contestó: "No, no me lo compraron en ningún sitio... me lo hizo mi papá". A lo que el otro pequeño replicó con cierto tono de incrédulo: ¿Tu padre? ¡Imposible, si tu padre está ciego!" El niño sonrió como solo un portador de verdades absolutas puede hacerlo, y le contestó: "Sí... mi papá está ciego pero de los ojos... SOLAMENTE DE LOS OJOS!!!..."