miércoles, 16 de agosto de 2017

¿Problema o soluciòn?


Corría el año 1933. Me habían despedido de mi trabajo de media jornada y ya no podía colaborar con los gastos de la familia. Nuestra única entrada era lo que podía conseguir mamá cosiendo vestidos para los demás. Mamá cayó enferma durante algunas semanas y le fue imposible trabajar. La compañía eléctrica nos cortó la luz cuando no pudimos pagar la cuenta. Luego la compañía de gas nos cortó el gas. Sucedió lo mismo con el agua corriente, pero el Departamento de Salud los obligó a conectarla de nuevo por razones de higiene. La alacena estaba vacía. Por fortuna, teníamos una pequeña huerta de hortalizas y podíamos cocinarlas haciendo una hoguera en el patio de atrás. Un día mi hermana menor regresó de la escuela y dijo como al pasar: —Mañana debemos llevar algo a la escuela para dar a los pobres. Mamá comenzó a gritar: "¡No conozco a nadie más pobre que nosotros!", cuando su madre, quien por aquella época vivía con nosotros, la obligó a callar apoyando una mano en su brazo y frunciendo el ceño. —Eva —le dijo—, si le transmites a esa niña la idea de que es pobre, lo será por el resto de su vida. Queda un frasco de la mermelada que hicimos. Puede llevárselo a la escuela. La abuela encontró un pliego de papel de seda y un poco de cinta rosada con los que envolvió nuestro último frasco de mermelada, y mi hermana salió al otro día para la escuela llevando orgullosamente su "regalo para los pobres". A partir de entonces, si surgía algún problema en la comunidad, mi hermana suponía naturalmente que ella debía ser parte de la solución.