jueves, 17 de agosto de 2017

¿Quièn ganò?


En 1968, durante las Olimpíadas Especiales de pista y campo, presencié un bello ejemplo de bondad. Uno de los participantes era Kim Peek, un joven que había sufrido una lesión cerebral y se encontraba gravemente inválido. Competía en la carrera de las cincuenta yardas. Kim corría contra otros dos atletas que sufrían de parálisis cerebral. Estaban en silla de ruedas; Kim era el único que corría. Cuando sonó el disparo de salida, Kim avanzó rápidamente delante de los otros dos. Les llevaba veinte yardas de ventaja y se encontraba a diez de la meta, cuando se volvió para mirar cómo iban los otros. La niña había hecho girar su silla de ruedas y se encontraba atascada contra el muro. El otro chico llevaba su silla de ruedas hacia atrás, con los pies. Kim regresó y empujó a la niña hasta hacerle atravesar la línea de llegada. El niño que avanzaba hacia atrás ganó la carrera. La niña llegó segunda. Kim perdió. ¿Perdió en realidad? La multitud que lo aplaudió de pie no lo pensó así.