A las mujeres que hubo en mi camino, que me mostraron las maneras
de ir y de no ir, cuya fuerza y compasión sostuvieron una antorcha de luz y me
instaron a seguir. Cuya debilidad e ignorancia oscurecieron el sendero y me
encaminaron hacia otro lugar.
A las mujeres que hubo en mi camino, que me mostraron cómo vivir y
cómo no vivir, cuyas gracias, éxito y gratitud me elevaron hasta la plenitud de
mi entrega a Dios. Cuya amargura, envidia y talento desperdiciado me alertaron
sobre la vaciedad del egoísmo.
A las mujeres que hubo en mi camino, que me mostraron lo que soy y
lo que no soy, cuyo amor, ánimo y confianza me sostuvieron tiernamente y me
impulsaron con suavidad. Cuya crítica, desencanto y falta de fe me condujeron a
niveles más profundos de compromiso y decisión.
A las mujeres que hubo en mi camino, las que me enseñaron el amor
mediante la oscuridad y la luz, a estas mujeres les digo. "Que Dios las
bendiga". Y les agradezco desde lo más profundo de mi corazón, pues por su
alegría y sacrificio he sido sanada y liberada. (Rev. Melissa M. Bowers)