Salomón dijo en Eclesiastés 9: 11, que había sido testigo de cinco
injusticias que tiene esta vida: “(1) El que corre más rápido no siempre gana
la carrera; (2) El ejército más poderoso no siempre gana la batalla; (3) El más
sabio no siempre consigue dejar de ser pobre; (4) El más inteligente no siempre
consigue hacerse rico y (5) Una persona bien instruida no siempre tiene éxito en la
vida. Todo depende de estar en el lugar correcto en el momento oportuno”. En
síntesis, ninguno de los cinco logros recibe la recompensa que merece porque
dos factores limitan el éxito: el tiempo y el hecho inesperado ¡Todos
dependemos de oportunidades e infortunios! Cuando se ven casos así, la gente
dice que la vida es injusta, y tienen razón. El mundo es finito y el pecado ha
torcido la vida, haciendo de ella todo lo contrario a lo que es el propósito de
Dios. Debemos mantener nuestra perspectiva. Si no se espera demasiado de la
sabiduría ésta tiene su valor para el ser humano, valor que no depende del
reconocimiento social de la sabiduría sino de la íntima satisfacción del que
puede hacer un uso adecuado de ella. Nuestra sociedad sitúa la riqueza, la
belleza física y el éxito por encima de la sabiduría. Sin embargo, la sabiduría
es un bien mayor que la fortaleza, a pesar de que con frecuencia las masas no
lo reconocen. El éxito de los hombres rara vez iguala a sus expectativas.
Debemos usar los medios, pero no confiar en ellos: si triunfamos debemos alabar
a Dios; si fracasamos, debemos someternos a su voluntad. No deje que las
injusticias de la vida le impidan realizar un trabajo serio y dedicado.