Una joven cristiana le pidió a su papá que la llevara a una fiesta
mundana. El padre que también era cristiano, se negó. Pero ante la insistencia
de su hija que la llevara, que no iba a bailar ni a beber, sólo iba a ver,
aquel hombre accedió. En el camino al centro de fiestas, el padre le dijo a su
hija, que llevaba un hermoso vestido blanco: Pasemos antes a la mina donde
trabajo. Necesito recoger algo.¨ Pero papá replicó la muchacha, me voy a
ensuciar mi vestido blanco¨. ¨¡No! contestó su padre, sólo vas a ver, no toques
nada. Entraron a la mina, y al salir, el vestido blanco, hermoso de aquella
señorita, estaba sucio, manchado por el polvo del carbón en la mina. ¨Papá, mi
vestido está sucio lleno de carbón, pero si no toqué nada¨, exclamó angustiada
la joven.¨ Así, igual, le dijo el papá, en la fiesta del mundo te vas a
ensuciar tu testimonio, tu vida cristiana, por el ambiente de pecado, aunque
sólo estés viendo. 1 Juan 2: 15 - 17 dice: “No amen a este mundo ni las cosas
que les ofrece, porque cuando aman al mundo no tienen el amor del Padre en
ustedes. Pues el mundo solo ofrece un intenso deseo por el placer físico, un
deseo insaciable por todo lo que vemos, y el orgullo de nuestros logros y
posesiones. Nada de eso proviene del Padre, sino que viene del mundo; y este
mundo se acaba junto con todo lo que la gente tanto desea; pero el que hace lo
que a Dios le agrada vivirá para siempre”.