jueves, 27 de julio de 2017

Una mujer sin conciencia y sin corazòn




Jezabel procedía de Sidón, una ciudad rica y próspera, dedicada al comercio. Era una princesa, la hija del rey de Sidón y esposa de Acab, rey del reino del norte de Judá. Acab era un hombre sin carácter, ni voluntad, por lo que Jezabel decidió tomar las cosas bajo su mano. Sustituyó poco a poco el culto de Jehová por el culto a Baal. Aparecieron templos a Baal por todas partes, con sacerdotes vestidos en preciosos atuendos. Banquetes, festividades, y el pueblo seguía ávidamente todos estos festejos. Entretanto, el culto de Jehová quedó prácticamente suprimido y los profetas fueron asesinados. Jezabel era una mujer sin conciencia y sin corazón. Su arrogancia y su sensualidad no conocían límites; habían acallado la voz de su conciencia. Puso a muerte a Nabot para apoderarse de su viña, con acusaciones falsas y cuando Acab fue herido mortalmente por una flecha y Jehú se dirigió a Jezreel, Jezabel se posó indiferente a la ventana (2 Reyes 9: 30) con aires seductores y Jehú ordenó que la echaran ventana abajo. Jezabel se nos aparece como una mujer repulsiva. Todo su refinamiento sólo le sirvió para comportarse de modo más brutal. Para hundirse más en el pecado. Incluso el malvado Acab queda pálido ante la perversidad de Jezabel. El eterno juicio será sobre ella peor que el que recibió en la tierra: pisoteada por los caballos y comida por los perros. Cuando intentaron sepultarla no hallaron de ella más que los huesos de la calavera, los pies y las palmas de las manos.