Si quieres ser sabio aprende a interrogar razonablemente… A escuchar
con atención, a responder serenamente y a callar cuando no tengas nada que
decir. Ver, oír y callar son tres verbos que acompañados pueden ahorrarte
muchos disgustos. ¡Y no importa que muchos traten de subestimarte! Sabes más de lo que dices, piensas más de lo
que hablas y te das cuenta de mucho más de lo que los demás creen. Por eso
debes agradecer muchas veces que tus pensamientos no se puedan oír. “El
comienzo de la sabiduría, decía Pitágoras, es el silencio”. No dejes que tus
oídos sean testigos de lo que tus ojos no ven, y no dejes que tu boca hable lo
que tu corazón no siente. Un proverbio árabe dice: “No digas todo lo que sabes
y no hagas todo lo que puedes. No creas todo lo que oyes y no gastes todo lo que tienes… Porque quien
dice todo lo que sabe y quien hace todo lo que puede. Quien cree todo lo que
oye y gasta todo lo que tiene… Muchas veces dice lo que no conviene, hace lo
que no debe, juzga lo que no ve y gasta lo que no puede”. Madurar es cuidar lo
que dices, no digas palabras que tu corazón no sienta. Ignacio de Antioquia
dijo que: “Más vale callar y ser, que hablar y no ser”. Calla tu soberbia y
deja que el amor te abrace. Respeta lo que escuchas y medita lo que callas. Es
de sabios saber cuándo hablar y cuando callar. La desconfianza nos hace salir a
la ventana, para ver quien llama. “La mitad del mundo tiene algo que decir,
pero no puede; decía Robert Lee Frost, la otra mitad no tiene nada que decir,
pero no calla”. Las palabras jamás se podrán recoger una vez que han salido de
nuestra boca. Por tanto: “Ver, oír y callar… para con nadie tropezar y así nada
que lamentar”.