Había un rey que tenía una bellísima hija. Pero existía un grave
problema. Todo lo que la princesa tocaba se derretía. No importaba lo que
fuese; metal, madera, plástico. Todo lo que tocaba se derretía. Debido a esto,
todos los hombres le temían. Nadie se atrevía a casarse con ella. El Rey estaba
desesperado. ¿Qué hacer para ayudar a su hija? Consultó a todos los magos y
hechiceros. Alguien le dio un consejo, “Si tu hija toca algo, cualquier cosa,
que no se derrita en sus manos, ella estará curada.” El Rey brincaba de
alegría. Al siguiente día, estableció una competencia. Cualquier hombre que le
diera algo a su hija, cualquier objeto que no se derritiera en sus manos,
podría desposarla y así heredar el trono
del Rey. Tres jóvenes príncipes tomaron el reto. El primero de los príncipes le
llevó una aleación de los más duros metales. Pero en el momento, en el que la
princesa lo tocó, se derritió como hielo en fuego. El príncipe se retiró triste
y acongojado. El segundo de los príncipes trajo un diamante enorme, pensando
que el diamante, por ser la substancia más dura en el mundo no se derretiría. Pero
al entregarlo, y una vez que la princesa lo tocó, se derritió. Él también se
fue decepcionado. El tercer príncipe se aproximó. Y le dijo a la princesa, “Mete
tu mano en mí bolsillo y siente que hay ahí adentro.” La princesa hizo lo que
le había pedido, de pronto se puso roja. Sintió algo duro. Lo sostuvo en su
mano. ¡Y no se derritió! El Rey estaba inmensamente feliz. Todo el reino se
encontraba regocijado. Y así el tercer príncipe desposó a la princesa y
vivieron felices para siempre. Pregunta: ¿Qué fue lo que agarró la princesa en
los pantalones del príncipe? Piensa… piensa… piensa… Eran unas M&M’s por
supuesto. “Se derriten en tu boca no en tu mano”. ¿En qué estabas pensando?