sábado, 29 de julio de 2017

La fiesta de bodas


Jesús dijo: “El reino de Dios se parece a un rey que hizo una fiesta para celebrar la boda de su hijo. El rey envió a sus sirvientes para que llamaran a los invitados a la fiesta. Pero los invitados no quisieron ir. Entonces el rey envió a otros sirvientes con este mensaje: “La comida ya está lista. He mandado preparar la carne de mis mejores terneros. ¡Vengan a la fiesta!”. Pero los invitados no hicieron caso, y cada uno se fue a hacer otras cosas. Uno fue a ver sus terrenos, otro fue a atender su negocio,  y los otros agarraron a los sirvientes del rey y los mataron a golpes. El rey se enojó mucho, y envió a sus soldados para que mataran a esos invitados y quemaran la ciudad donde vivían. Luego, el rey dijo a sus sirvientes: “La fiesta de bodas está lista, y aquellos invitados no merecían venir. Vayan por las calles, e inviten a todos los que encuentren para que vengan a la fiesta de la boda.” Los sirvientes fueron a las calles de la ciudad e invitaron a muchas personas, unas malas y otras buenas; y así el salón de la fiesta se llenó de invitados. Cuando el rey entró al salón para conocer a los invitados, vio a uno que no estaba bien vestido para la fiesta, y le dijo: “¡Oye, tú! ¿Cómo hiciste para entrar, si no estás vestido para la fiesta?” »Pero él no contestó nada. Entonces el rey les ordenó a sus sirvientes: “Átenlo de pies y manos, y échenlo afuera, a la oscuridad; allí la gente llora y rechina de terror los dientes.” Esto pasa porque son muchos los invitados a participar en el reino de Dios, pero son muy pocos aquellos a los que Dios acepta”. Dios quiere que nos unamos a Él en su banquete, que durará por la eternidad. Por eso nos envía invitación tras invitación. ¿La aceptó? Era costumbre que los invitados a una boda recibían una vestimenta especial. Sería un insulto al anfitrión rechazar esta vestimenta y daría por sentado que el invitado no quería participar en la celebración. Jesús está hablando aquí de la vestimenta de justicia que cada persona debe decidir usar a fin de poder entrar al banquete de la vida eterna.