Después de ser derrotada, la tortuga reflexionó detenidamente y
llegó a la conclusión de que no había forma de ganar a la liebre en velocidad.
De la manera como estaba planteada la carrera, ella siempre perdería. Por eso, desafió nuevamente a la liebre, pero
propuso correr por una ruta distinta a la anterior. La liebre aceptó y corrió a
toda velocidad, hasta que se encontró en su camino con un ancho río. La liebre
no sabía nadar y mientras se preguntaba qué podía hacer, la tortuga nadó hasta
la otra orilla, continuó a su paso lento pero constante y terminó la carrera en
primer lugar. Moraleja: "Quienes identifican su ventaja competitiva (saber
nadar) y cambian el entorno para aprovecharla, llegan primeros".
Pero la historia sigue.... Pasó el tiempo y tanto compartieron la
liebre y la tortuga que terminaron haciéndose amigas. Ambas, reconocieron que
eran buenas competidoras y decidieron repetir la última carrera, pero esta vez
corriendo en equipo. En la primera parte, la liebre cargó a la tortuga hasta
llegar al río. Allí, la tortuga atravesó el río a nado con la liebre sobre su
caparazón, y ya en la otra orilla, la
liebre cargó de nuevo a la tortuga hasta llegar a la meta. Como alcanzaron la línea de llegada en tiempo
récord, sintieron una mayor satisfacción que la que habían experimentado con
sus logros individuales. Moraleja: “Cuando dejamos de competir contra un rival
y comenzamos a competir contra una situación, no solo complementamos
capacidades, compensamos debilidades, potenciamos nuestros recursos, sino que
también obtenemos mejores resultados”.