Una tortuga y una liebre, siempre discutían sobre quién era más
rápida. Para terminar con la discusión, decidieron hacer una carrera. Eligieron una ruta y comenzaron a correr. La
liebre salió a toda velocidad y corrió enérgicamente durante un buen rato.
Luego, al ver que había sacado muchísima
ventaja, decidió sentarse debajo de un árbol para descansar unos momentos,
recuperar fuerzas y luego continuar su marcha, pero se quedó dormida. La
tortuga, que andaba con paso lento pero constante, la alcanzó, la superó y
terminó siendo la ganadora indiscutible de la carrera. Moraleja: "Los
lentos, pero constantes y perseverantes, también ganan la carrera". La
historia no termina aquí...
La liebre, decepcionada por haber perdido, hizo un examen de
conciencia y reconoció su grave error al subestimar a la tortuga. Se dio cuenta
de que por presumida y descuidada había perdido la carrera. Si no hubiese
subestimado a su oponente, nunca la hubiera podido vencer. Entonces, desafió a
la tortuga a una nueva competencia. Esta vez, la liebre corrió sin descanso
desde el principio hasta el fin y su triunfo fue contundente. Moraleja:
"Los rápidos y tenaces vencen a los constantes y perseverantes". La
historia tampoco termina aquí...