A pocas horas en su celda, esperando ser ejecutado, un hombre pidió
como último deseo papel y lápiz. Luego de escribir por varios minutos, le dijo
a su custodio por favor, entregue esta carta a mi madre!! La carta decía así:
Madre, creo que si hubiera más justicia en este mundo, tanto tú como yo deberíamos
de ser ejecutados. ¡Tú eres tan culpable como yo de mi miserable vida! ¿Te
acuerdas madre, cuando llevé a la casa aquella bicicleta que le quité a otro
niño igual que yo? Me ayudaste a esconderla para que mi padre no se enterara. ¿Te
acuerdas madre, cuando me robé el dinero de la cartera de la vecina? Fuiste
conmigo al centro comercial y lo gastamos juntos. ¿Te acuerdas madre, cuando
botaste a mi padre de la casa? Él sólo quiso corregirme por haberme robado el
examen final de mi grado y a consecuencia me expulsaron. Madre, yo era sólo un
niño, luego fui adolescente y ahora ¡Un hombre mal formado! Era sólo un niño
inocente que necesitaba corrección, y no consentimiento. Te perdono, y sólo te
pido que le hagas llegar esta reflexión a todos los padres del mundo, que sepan
que ellos son los únicos responsables de formar, a un hombre decente, o a un
vulgar delincuente. Gracias madre por darme la vida y gracias también por
ayudarme a perderla. Firma ¡Tu hijo, El Delincuente! Proverbios 29:15 dice que:
“Con la vara y la corrección se aprende; disciplinar a un niño produce
sabiduría, pero un hijo sin disciplina, malcriado, consentido y dejado por su
cuenta avergonzará a su madre”.