Dicen que el deseo es un diablo que nunca duerme… Un par de
tacones, un par de besos puede ser todo aquello que puede desear un hombre,
pero ella es más que un deseo, ella es un pecado. Un pecado que cualquiera
quisiera cometer, tan sencilla y provocativa, tan dulce y tentadora, tan tierna
y peligrosa que con su mirada siento que toco el cielo, pero con su cuerpo me gustaría
tocar el infierno. Si bien es cierto, peligrosa es la mujer que seduce con el
cuerpo, es letal, aquella que es capaz de hacerlo con la mente. Aquella que
sabe que no tienes puntos débiles ¡Son sus manos las expertas! Hay dos cosas
que me perturban de ella, todo lo que veo y el resto que imagino cuando la
deseo. Su belleza se halla iluminada por una luz que me lleva y convida a
contemplar el alma que habita su cuerpo, siendo aquella tan bella como esta por
lo cual es imposible no amarla. Ella es el divino arte que no imita, sino que se
explica con símbolos. La más alta belleza de Dios en donde se manifiesta el
amor y el deseo ¡El pensamiento más hermoso del Absoluto! Su pasión es
reflejada por la unión del deseo, la amistad y la ternura, inflamada en ella y
que me hace preferirla al resto de su sexo. Con solo mirarme me posee y se
convierte en la única felicidad de mí ser. Quisiera en este instante recibir un
mensaje suyo que diga: No hagas planes para la noche por favor, pásala conmigo,
ya tengo todo planeado ¡La verdad es que hoy no es un mal día para pasar una
buena noche!