A un grupo de personas que estaban asistiendo a un seminario, se
les propuso realizar una actividad en grupo. Las instrucciones eran muy
sencillas. Se le dio un globo a cada uno y se les pidió que escribieran su
nombre en El con ayuda de un marcador. Los globos fueron recogidos e
introducidos en la habitación. Posteriormente se les solicitó, a todos, que lo único
que tenían que hacer era entrar en la sala llena de globos y cada uno tenía que
recuperar su globo, a más tardar en cinco minutos. Al cabo de unos minutos,
todos seguían buscando frenéticamente su nombre y no paraban de chocarse y
empujarse entre ellos. ¡Había un caos total! Cuando se agotó el tiempo nadie había
podido recuperar el globo con su nombre. La decepción de los asistentes se dejaba notar, algo había salido mal. Luego
se les indicó que cogieran un globo al azar y cuando encontraran uno con
nombre, se lo dieran a la persona que lo estaba buscando. En un par de
minutos todo el mundo había recuperado
su globo, gracias al trabajo en equipo. El ejercicio había demostrado que
muchos andan preocupados en sus propios asuntos sin sensibilizarse por la gente
que tienen a su alrededor. Y que cuando haces algo desinteresado por otro, más
recibes.