Salomón dijo en una ocasión que: “A la persona sabia y madura se
le conoce por su inteligencia. Cuanto más agradables sus palabras, más
convincente es la persona”. La inteligencia no se manifiesta por tener un
determinado nivel de estudio; sino en la capacidad de guardar silencio cuando
el ignorante hace ruido. Por tanto, la discreción es una virtud que muestra
madurez y prudencia. “Los charlatanes son los hombres más discretos, decía
Alfred Houdetot, hablan y hablan y no dicen nada”. Muchos confunden la
elegancia por la forma de vestir cuando en realidad está relacionado más bien
en el trato con las personas y la discreción. “No puede haber gracia, decía
Miguel de Cervantes, donde no hay discreción”. El respeto mutuo implica la discreción
y la reserva hasta la ternura, y el cuidado de salvaguardar la mayor parte
posible de libertad de aquellos con quienes se convive. Mi abuela siempre decía:
“Lo que Juan dice de Pedro, dice más de Juan que de Pedro”. ¿Sabías que todos
los órganos humanos se cansan alguna vez, salvo la lengua? Shakespeare dijo:
“Permite que tu discreción sea tu tutor: ajusta la acción a la palabra, y la
palabra a la acción”. La discreción en las palabras vale más que la elocuencia.
Manéjate siempre con discreción y no hables más de lo necesario. ¡Cuidado con
los excesos al hablar! Utiliza el concepto de la SUFICIENCIA y pon la medida de
lo suficiente de palabras que salen por tu boca.