El Mito de la Caverna es una analogía escrita por el filósofo
griego Platón. Imagina que toda tu vida has sido prisionero en una caverna.
Tienes las manos y los pies encadenados, y la cabeza sujeta de modo que sólo
puedes ver la pared que queda enfrente. Detrás de ti hay una llama, y entre tú
y el fuego una pasarela por la que tus captores desplazan estatuas y todo tipo
de objetos. Las sombras que proyectan en la pared estos objetos son lo único
que habéis visto siempre, lo único de lo que habéis hablado y en lo que habéis
pensado. Esas sombras son la única realidad que han conocido. Crees conocer la
realidad, aunque de hecho estás viviendo en la oscuridad. Imagina que alguien
entra en la caverna, quita tus grilletes y te conduce al exterior, a la luz del
Sol. ¿Cuál crees que será tu reacción? Enceguecido por el brillo del Sol,
probablemente lo primero que harás será correr hacia la seguridad de la
caverna. Necesitarás tiempo y paciencia antes de que tus ojos se acostumbren a
la luz y a ver las cosas tal como realmente son. Sin embargo, una vez que lo
hayas conseguido, comprenderás con claridad que lo que habías tomado por
conocimiento no era más que puras sombras. La vida ordinaria, sostiene Platón,
es como la vida dentro de la caverna. Los humanos somos prisioneros que confiamos
en los sentidos como fuentes de información acerca de la realidad y que creemos
que sólo es real lo que podemos ver, oír, tocar, gustar y oler. Aceptamos como
real y verdadero lo que nosotros vemos y lo que “todos saben” en vez de buscar
la verdad por uno mismo. Por eso Platón advierte: si las sombras se toman por
realidad, las certezas obtenidas se habrán basado en información incorrecta e
inadecuada.