¡Comprometido! Sin vuelta atrás. Sin salida. El simple pensamiento
produce escalofrío en la columna vertebral de muchos, cuyas vidas se
desenvuelven en el compromiso. Ya sea en el matrimonio, con una hipoteca, ellos
temen esa prisión final de la que no se puede volver atrás. Otros no hacen un
compromiso con nada a menos que se vean absolutamente forzados a ello. Muchos
cristianos conocen la Gran Comisión (Mateo 28: 19-20) y están de acuerdo
teológicamente pero no se sienten guiados a una acción comprometida. Algunos
creyentes hablan de visión, escuchan oradores y aún lloran ¡Pero no hacen nada!
Sin la participación activa de cristianos comprometidos la iglesia del siglo XXI
se relegará a un estancamiento en la historia. Sólo unos cuantos se comprometen
a un cuerpo local de creyentes de una manera significativa. Muchos se sienten y
se empapan de las cosas de Dios, pero no hacen nada más, y huyen a la primera
señal de problemas o presión. No están dispuestos a trabajar o a dar... al
contrario critican todo lo que está mal. Cuando criticamos a nuestra iglesia,
nos criticamos a nosotros mismos. Quien tiene derecho a criticar ¡Es el que
empuja y trabaja! Cómo necesitamos desesperadamente el poder de hombres y
mujeres comprometidos sin reservas a una visión, a un llamado y al mundo. Este
poder viene de gente común, no de súper-estrellas. Son personas que reconocen
que su compromiso puede hacer la diferencia. Sus vidas dejan una marca, no una
mancha, en otra gente y en el mundo.