En una ocasión, hubo un gran fuego que pasó por la selva ¡Todos
corrieron! El hombre corrió, los pájaros volaron y buscaron abrigo, y hasta el león,
por más fuerte, dominador y temido de la selva ¡También corrió! El único que no
corrió fue el árbol. Fue tal la curiosidad que el fuego le preguntó al árbol: -Árbol,
todos corrieron y tú ¿No vas a correr? El Árbol responde: -Yo soy Árbol
plantado por Dios, fuego tú pasarás por mí, quemarás mis frutos y hojas. Pero…
dentro de algunos meses yo volveré a florecer. Porque mi raíz ¡Tú no podrás
quemar! Mis hojas, ramas y frutos nuevamente aparecerán. Pues el árbol que Dios
planta ¡Nadie lo arranca! Recuerda que Dios te sustentará en toda tu vida.
Venga el fuego que venga ¡Quédate firme! Pues tú eres un árbol plantado por
Dios. Entonces no importa la situación que estés pasando ¡Tus raíces están firmes
en aquel que todo lo puede! Dice Dios en Isaías 43: 2 “Aunque tengas graves
problemas, yo siempre estaré contigo; Cuando cruces los ríos, no te ahogarás. Cuando
tengas que atravesar por fuego, no te quemarás; las llamas no arderán en ti”. No olvides
que eres tan fuerte como un árbol plantado junto a corrientes de agua fresca, que
da su fruto en el momento adecuado y al que nunca se le caen las hojas ¡Te irá
bien en todo lo que hagas!