A dondequiera que vayas, haz el bien, que después de un tiempo el
bien que hagas te será devuelto. Dale de comer al hambriento, y un día serás
recompensado. Comparte lo que tienes lo más que puedas, pues no sabes si mañana
el país estará en problemas. Sin embargo, hay varias cosas de las que puedes
estar seguro: Si las nubes se ponen negras es porque están cargadas y es seguro
que va a llover. Si un árbol se cae, no importa de qué lado caiga; donde cae,
allí se queda. Si quieres sembrar, no te quedes mirando al viento; esperar el
clima perfecto nunca permitirá la siembra; Si quieres cosechar, no te quedes
mirando al cielo. Creer que lloverá todo el tiempo impedirá que se recojan las
cosechas. Así como no sabes por dónde va el viento, ni cómo se forma el niño en
el vientre de la madre, tampoco sabes nada de lo que hace Dios, creador de
todas las cosas. Hay que sembrar en la mañana, y volver a sembrar en la tarde porque
no sabes cuál de las siembras saldrá mejor, si la una o la otra, o si ambas
darán buen resultado y prosperarán. ¡Qué
bueno es disfrutar de la luz del sol! Pero aunque vivamos muchos años, y todo
ese tiempo lo vivamos felices, no debemos olvidar que algún día moriremos y
estaremos así por más tiempo del que estuvimos vivos y, una vez muertos, ya no
podremos hacer nada. (Salomón)