En el principio había un solo mandamiento: “No comer del árbol de
la ciencia del bien y del mal”. ¿Por qué Dios colocó un árbol en el huerto,
para después prohibir a Adán comer de él? Dios quería que Adán lo obedeciera,
pero Él le dio la libertad de la elección. Sin una alternativa, Adán habría
sido como un prisionero y su obediencia habría sido hueca. Podría haber sido el
único mandamiento o norma de conducta, si tan sólo se hubiese obedecido ¡Pero
no fue así! Desde la transgresión de la primera ley, el hombre ha necesitado
consejos y explicaciones acerca de cómo relacionarse unos con otros, y también,
respecto a cómo realizar el propósito que Dios tuvo al crearnos. Los Diez
Mandamientos fueron diseñados para guiar a Israel a una vida de santidad con principios
que procurarían dirigir a la comunidad supliendo las necesidades de cada
individuo de una manera responsable y llena de amor. En nuestros días muchas
personas piensan, incluso creyentes que respetan la Palabra de Dios, que los
Diez Mandamientos pueden dejarse a un lado y olvidarse. Para otros son normas
pasadas de moda en nuestra era de computadoras, redes sociales y comidas
enlatadas. Una comprensión equilibrada de toda la Biblia ha de incluir un
entendimiento de lo que significan los Diez Mandamientos en nuestra vida sea
cual fuere nuestra edad, origen, profesión, etc. Estas normas deben ser parte
de nuestra conversación, meditación, de nuestra práctica y nuestro fundamento
de vida: “SEÑOR, es hora de que hagas algo, pues la gente está olvidando tus
enseñanzas. Amo tus mandamientos más que cualquier cosa en el mundo, aún más
que el oro. Por eso obedezco tus instrucciones y rechazo el camino de maldad” Salmos
119: 126 a 128