Aarón y Abbey, llevaban casi un año de feliz matrimonio, cuando él
le hizo un "obsequio" a Abbey que ella nunca deseó: un enorme perrito
Chow. "Aarón, querido", dijo Abbey con firmeza "los perros y yo
somos enemigos naturales. ¡Sencillamente no sabemos llevarnos bien!" "¡Pero
Abs!", dijo Aarón, "Verás que pronto te acostumbrarás a él". "Perri"
fue el nombre que le pusieron al animal, el cual vino a ocupar un lugar
incómodo en el hogar. Habiendo decidido que el animal debía comprender su lugar
como enemigo personal, Abbey emprendió una campaña silenciosa en contra del
cachorro. Perri captó de inmediato su resistencia y por un tiempo reciprocó
robando toallas, despedazando zapatos y muebles y llevándose cualquier artículo
pequeño que Abbey estuviera usando, una vez que esta le daba la espalda. El
perrito hizo caso omiso a sus intentos por corregirlo y así transcurrió el
primer año de Perri, como miembro de la familia. Cierto día, Abbey notó un
cambio en la actitud de Perri. Para su sorpresa, el cachorro comenzó a darle
alegre bienvenida cada vez que llegaba a casa, rozando su mano con el hocico y
lamiendo sus dedos en un amistoso "hola". Cada vez que ella lo
alimentaba, él se echaba un instante y la miraba con adoración antes de
comenzar a comer. Para colmo, el perrito comenzó a acompañarla en sus caminatas
matutinas, permaneciendo muy cerca para protegerla de otros perros, mientras
ella transitaba por las desiertas calles. Poco a poco, Abbey fue humillada por
el amor de Perri, hasta lograr una tregua. Hoy día, dice que la persistencia de
Perri le ha enseñado mucho sobre cómo amar a los enemigos. Ella dice que Perri
está ganando la pelea, pero no se lo digan a Aarón. ¿Conoces a alguien, quizás
un miembro de tu propia familia, que necesita algún tipo de expresión de tu
amor, en vez de tu resistencia?