sábado, 1 de julio de 2017

Sabio y tonto


Me puse a pensar en lo que significa ser sabio y ser tonto. Ser sabio es como andar en la luz, y ser tonto es como andar a oscuras. El sabio sabe lo que hace, pero el tonto no sabe nada de nada. El tonto no quiere trabajar y por eso acaba muriéndose de hambre. De todos modos, no tiene ningún sentido que tanto trabaje el tonto, si no sabe ni en dónde está. Mejor joven, pobre y sabio, que rey, viejo y tonto que no deja que nadie lo aconseje. En un funeral los sabios saben cómo portarse, pero los tontos sólo se ríen y hacen chistes. Tiene el tonto tan poco cerebro que sin abrir la boca anuncia su tontería. Cuando el sabio habla, a todos les cae bien; cuando el tonto abre la boca, provoca su propia ruina. Por eso más vale una reprensión de sabios que una alabanza de tontos. Se oyen mejor las suaves palabras de los sabios que los gritos del más grande de los tontos. El sabio siempre piensa en hacer lo bueno; el tonto sólo piensa en hacer lo malo. Ahora, ¡Ni tan bueno ni tan sabio que acabes en la ruina! ¡Ni tan malo ni tan tonto que mueras antes de tiempo! Todos tenemos un mismo final, así que me puse a pensar: “¿Qué gano yo con ser tan sabio, si al fin de cuentas moriré igual que los tontos? ¡Esto no tiene ningún sentido!” Como los sabios mueren igual que los tontos, y como todo se olvida con el tiempo, después nadie vuelve a acordarse ni de unos ni de otros. (Salomón)