Pasearse por los primeros 9 capítulos de 1 Crónicas es muy
parecido a hacer una caminata a través de un cementerio. Algunos de estos
nombres son conocidos por nosotros y nos recuerdan historias de gran fe y otras
de trágicos fracasos. Sin embargo en el capítulo 4 hay un corto epitafio con un
tesoro escondido esperando ser desenterrado y valorado que dice: “Jabes fue más
ilustre que sus hermanos. Su madre le llamo Jabes, diciendo: “Porque lo di a
luz con dolor”. Y Jabes invoco al Dios de Israel diciendo: “Oh, si realmente me
dieras bendición y ensancharas mi territorio, y tu mano estuviera conmigo y me librases
del mal, de modo que no tuviese dolor.” En hebreo, Jabes se pronuncia
“yah-betz”. Este nombre y la palabra que significa “dolor” tienen un sonido
parecido. Es probable que su nacimiento estuviera asociado a una angustia
intensa tal vez por problemas económicos o de salud. Sin embargo terminó sus
días como una persona importante como resultado de una oración osada y
fervorosa con cuatro peticiones específicas: 1) Bendice mi vida con una
bendición especial y quita esa nube de tristeza y limitaciones, 2) Aumenta mi territorio
para participar en tus planes divinos, 3) Guíame para hacer las cosas en el
tiempo de Dios y de la manera que tú quieras y 4) Desata los grillos y la
cadena de su pasado para tener un futuro grande y glorioso. ¡Dios hizo que Jabes
recibiera lo que le pidió! Al igual que Jabes es posible que tu entrada a este
mundo haya sido triste y tu pasado este lleno de circunstancias trágicas que te
hayan convertido en un “don nadie” pero el ejemplo de este desconocido nos
enseña que aunque tengamos una existencia limitada, podemos pensar en grande y
contar con un Dios misericordioso que está más que dispuesto a demostrar su
poder en nosotros.