lunes, 3 de julio de 2017

Una comunidad de amor en accion


Todos los que creemos en Jesucristo como nuestro Salvador somos hijos de un solo Padre. Todos confesamos a un sólo Señor Jesucristo. Y todos somos regenerados por el poder del Espíritu Santo. Por lo tanto, todos somos miembros unos de otros. La iglesia no es meramente una colección de individuos bien intencionados, más o menos unidos por algún convenio que define los alcances de su colaboración. La iglesia se constituye en una experiencia común compartida entre todos sus miembros. Compartir la vida en el Cuerpo de Cristo implica vivir en Cristo, con todo lo que esto significa, y a la vez, convivir con nuestros hermanos, en una expresión plena de vida fraternal. El gran objetivo actual de Dios en el mundo es crear una confraternidad, una familia de amor, un organismo de almas despiertas al Espíritu. Es formar un cuerpo de creyentes en los cuales Cristo Jesús pueda cumplir Su misión de ganar la humanidad para El. El Espíritu Santo actúa para madurar a los creyentes hasta el punto que solamente vivan para los otros miembros del cuerpo. Una vez que se cumple este cometido, el miembro individual, un grupo de miembros o toda la corporación de la Iglesia irán a recolectar los campos maduros de la humanidad. El asistir a la iglesia para adorar, para exhortar, para instruir, para confraternizar, para participar de la cena del Señor y la oración, para el compartimiento mutuo, es el único medio de ¨animarnos los unos a los otros¨. Cada miembro de Cristo Jesús debe aprender a decir: ¨ ¡Yo soy la iglesia!¨ Sólo entonces deseamos contemplar voluntariamente el gran panorama, compartir el sufrimiento de Cristo en beneficio de Su comunidad y esforzarnos, con toda la energía que Dios nos ha dado, en presentar a todos los hombres maduros en Cristo.