En la cultura judía las mujeres vivían en medio de la degradación y servidumbre, ni
siquiera eran instruidas. María Magdalena fue una mujer de la que no se hace
mayor mención en la Biblia y solamente se nos dice que había sido liberada de
siete demonios, sin embargo estuvo presente en la crucifixión de Jesús al lado de
Juan, el único discípulo que asistió a la ejecución. La “Magdala” no era un
discípulo, no hacía milagros, simplemente realizaba un trabajo muy discreto y
poco visible. ¿Sabías que solo cuatro personas asistieron al entierro de Jesús?
José de Arimatea, Nicodemo y dos mujeres, una de ellas era María Magdalena. Un día
después, María compró especias y las llevó a la tumba para ungir el cuerpo de Jesús,
lo cual era una tradición como llevar hoy en día flores a las sepulturas
¡Prueba de amor y respeto! Ella fue la primera en recibir la noticia de la resurrección
de Jesús a través de un ángel e inmediatamente enviada a contar las buenas
nuevas a los discípulos. Pero el privilegio más importante, otorgado a esta “mujer”
fue haber sido la primera testigo en ver a Jesús resucitado convirtiéndose en apóstol
antes que los propios discípulos ¡Que se encontraban escondidos! Cuando María
Magdalena narra los hechos, los discípulos que habían estado con Jesús y de
quien escucharon personalmente que resucitaría no creyeron… Posterior a este último
acontecimiento esta mujer desaparece del escenario bíblico pero deja una gran
enseñanza de lo que es una servidora silenciosa…