viernes, 13 de abril de 2018

El gigante de Cardiff

En octubre de 1869, dos hombres estaban cavando un pozo detrás de un granero, cuando desenterraron un cuerpo de más de tres metros de largo. Cuando los periodistas se enteraron de este sorprendente descubrimiento pensaron que era un gigante petrificado. Miles de personas vinieron a verlo, y el dueño de la granja comenzó a ganar  dinero cobrando entrada para ver al Gigante de Cardiff, como lo llamaron los diarios. Lo que el público general no sabía era que un hombre llamado George Hull había planificado todo con mucho cuidado. Él había contratado escultores que esculpieran una estatua realista. Luego, hizo que enterraran al “gigante” en la granja un año antes de que pidiera a los trabajadores que cavaran un pozo. Todo salió tal como había sido planificado, y la mentira que le hacía ganar dinero había logrado engañar a todos. Finalmente, se descubrió el engaño de Hull al encontrarse marcas de cincel en la estatua. A diferencia de otras famosas falsificaciones arqueológicas, este hombre petrificado fue concebido para engañar a los fanáticos religiosos y no a los científicos. La idea se le ocurrió después de mantener una discusión con un reverendo metodista. ¡Tengamos cuidado! Jesús advirtió que no fuésemos engañados cuando dijo: “Así que, si os dijeren: Mirad, está en el desierto, no salgáis, o mirad, está en los aposentos, no lo creáis”. Mateo 24: 26 – 27.